Un año y veinte vinos 2020

By 8 febrero, 2021Sin Categoría
Un año y 20 vinos - 2020

Regresa a las páginas de la Enoarquía nuestra tradicional lista un año y veinte vinos. En esta ocasión, traemos a nuestras páginas los correspondientes al pasado y espantoso año. ¡Menudo año! En nuestra calenturienta imaginación nunca llegó a tomar posiciones la idea de que términos tan horrísonos como “virus”, “contagios”, “epidemia” o “pandemia” llegaran a formar parte de la cotidianidad. Tampoco imaginábamos que tendríamos que retirar medio metro de nieve para poder salir de casa o que veríamos el termómetro del coche marcando catorce grados bajo cero. Por todo ello, esperamos y anhelamos el regreso de la vida anodina y previsible y deseamos con fuerza que no tengamos que adaptar nuestra configuración mental a nuevos y todavía más horrísonos vocablos como “hambre”, “guerra” o “nuevo disco de Melendi”. Ojalá que nunca más vivamos tiempos interesantes. 

A pesar de todo, hay una cosa que nunca cambia y no es otra que nuestra afición u obsesión por el vino y el placer de compartir nuestras sensaciones con todos ustedes. Nuestro fin, hoy más que nunca, es el de entretener al respetable y poner nuestro granito de arena para conseguir que la vida sea un poco más llevadera. Así que aquí les dejamos de nuevo, un año y veinte vinos.

Huele un poco a tierra y tiene ese toque que nosotros, arriesgándonos a ser insultados, llamamos “albaricero”. También, curiosamente, recuerda un poco al Tang de naranja. En boca es hiper-vertical, con una acidez muy importante, un poco “hiriente”. Muy fresco y jugoso. Hay que peregrinar a Mahina. Sólo 1.846 botellas y nosotros con tanta sed…

Limón, mucho pomelo, un poco de albaricoque-melocotón en almíbar, falso jazmín, madera vieja y un tenue deje licoroso. En boca es “picantillo”, un poco “exfoliador” de papilas también, vertical y muy centrado, con “grumo”, persistente y refrescante. Perfecto para el verano. 

Muy floral en nariz, casi como el aroma de un buen perfume; sencillo pero no simple.   En boca es muy fresco y afilado, con buena acidez, un poco “picante”. Va francamente bien con unos buenos callos.

 La nariz es atractiva y refinada gracias a unas notas típicas de pastelería de calidad y pan tostado, más un toque frutal de pera y un poquito de cereza. La burbuja es fina -perfectamente integrada- y tiene buen cuerpo y acidez. Un espumoso redondo y fresco más que apto para consumir en cualquier ocasión, no sólo en fiestas navideñas.

Cera, flores blancas, un poco de hinojo, un poco de melón y otro poco de pomelo. Buena boca, eléctrica y jugosa, “mineral”, vertical y con muy buena progresión y longitud. Nos gusta más que su hermano mayor Exile pero, claro, este está hecho para un consumo más inmediato. 

Agua de azahar, jazmín, flores y más flores; puro moscatel en nariz. En boca es agudo, afilado, muy seco, algo salino y espartano. En la Enoarquía somos muy de moscateles secos y hacía algún que otro un año y veinte vinos que no teníamos uno. Este de Pepe Mendoza es de manual. Perfecto. 

Fruta de hueso muy madura acompañada de esa siempre esotérica “mineralidad” en nariz que le da un toque misterioso e interesante. En boca es puro zumo de frutas -con alcohol, claro- muy sabroso y con mucha frescura. Es uno de esos vinos de los que siemprehttp://enoarquia.com/que-es-la-mineralidad-en-vinos/ se quiere más y más. 

Aroma afrutado y floral combinado con intensos matices de pan tostado que resulta hipnótico. En boca es… ¡madre mía!, no se puede parar de beber. Redondo, de burbuja perfecta y trago larguísimo. ¡No puedo parar de beberlo!

Cuando desaparece la cerrazón inicial aparece un vino muy especiado con una buena dosis de fruta roja madura y, otra vez, ese enigmático toque “mineral”. En boca es redondo, profundo y fresco. En principio puede parecer un vino sencillo, pero esconde mucha complejidad. Denle tiempo y conversación.

Mucho monte, tomillo, ¡setas!, un poco de tinta china, ligerísima laca y suaves tostados. Tiene muy buen tacto “satinado”, excelente acidez, muy vertical y muy fresco, con filo, picando esmalte dental, largo y expansivo. Muy fino y elegante. Algo austero. Todo un caballero. Maravilloso. 

Praliné, anticuario; es como entrar en una tienda de antigüedades en el Arco de Cuchilleros de Madrid. En boca es filo y seda, con una entrada suavemente engañosa, que después explota, exfolia papilas y se queda a cenar. Un prodigio admirable a un gran precio. Además,  el tono cobrizo de este oloroso nos recuerda el cabello de nuestra querida Julianne Moore y eso es un valor añadido.  

Lima-limón sutil y elegante más algo de pomelo (nos estamos obsesionando con el pomelo en este un año y veinte vinos, al parecer) todo liviano y muy bien puesto. Muy ácido, mucho, y extremadamente recto. Puro granito. Tremendo y magnífico cuerpo ácido. Un auténtico placer. 

Pomelo (sí, otra vez), suavidad, sutileza y un poco de “mineralidad” (sí, otra vez también). En boca muy recto y también “mineral”, con “grumo” y ese curiosísimo “chisporroteo” sin burbujas que hacía tiempo que no encontrábamos, con un buen amargo final  y un toquecillo salino . No es muy sápido pero sí muy sugerente. Nada que ver con los godello “grasientos” tan habituales que nunca aparecerían en un año y veinte vinos. 

Mucha nuez moscada, barnices, escritorio antiguo, sin excesiva rotundidad y con bastante estilo. En boca demuestra que la materia es de calidad con un tacto sedoso y fluído que no resulta muy habitual en los vinos olorosos. Es proverbialmente largo y se aleja de la también habitual explosividad de muchos olorosos. Para ser un oloroso, es muy fino.

Una nariz muy fragante de exultantes rosas y frambuesas, es el prólogo de un nebbiolo sorprendente y extremadamente bebible. Muy fluido, algo cálido pero sin pesadez alguna y con un poquito de ese tanino “cabrón” tan característico de esta uva. Es un tinto de trago más que largo muy peligroso. Las botellas parecen vaciarse solas. 

Uno de esos Chablis que gritan a los cuatro vientos que es un Chablis. Lima, mango, madreselva y un poquito de mantequilla, sencillo y distinguido. En boca es sedoso, “chispeante” y recto como un militar prusiano. Un Chablis muy placentero de mucha tipicidad que además resulta asequible. 

Gran intensidad de flores silvestres y mucha fruta roja muy madura con un toquecito suave de madera tostada. En boca su redondez es seductora y obliga a beber y beber sin descanso. Es un trago largo complejo magnífico. La niña de Entrevista con el Vampiro estaría todo el rato gritando: ¡Quiero más!

De entrada sorprende un poco el aroma a membrillo, pero enseguida se vuelve absorbente; el toque de “farmacopea” aporta un encanto adicional. En boca estamos otra vez ante un vino afilado y vertical, pero muy sustancioso, casi suculento. Conquista el paladar con un estilo muy particular y es uno de esos vinos que “se instala” para siempre en el sistema operativo de nuestro cerebro. Soberbio.

Fruta blanca de hueso, ¡apio!, hierba y el siempre oscuro y misterioso fondo “mineral”. En boca tiene un toque (no nos agredan por escribir esto por favor)

 “bicarbonatoso” y salino, con una más que excelente acidez. Extraordinariamente largo y vertical, tiene, además, lo que nosotros llamamos “el toque Clark Smith”, esa maravillosa sensación eléctrica en el fondo de la lengua. Un látigo argentino fulminante. Magnífico sauvignon blanc. 

El aroma es bastante cítrico gracias a una nítida cáscara de limón, acompañada de cúrcuma (prácticamente esnifamos cúrcuma para comprobar que el aroma era, en efecto, ese) y  talco, tiza, “mineralidad albaricera” o como ustedes lo quieran llamar. En boca hay una dura pugna entre las sensaciones cítricas y el poderío sápido barajuelero. Es además muy largo, se “agarra” al paladar, va creciendo con serenidad y termina haciéndose memorable. Un vino “de pasto” enorme a un precio increíble. Pocas veces se encuentra algo así. De nuevo aparece en la primera posición de nuestra lista un vino de Willy “Don Perfecto y Pelazo” Pérez y ya da un poco de asquito tanta y tan repetitiva perfección en sus elaboraciones, pero las cosas son como son. Sin más, nos despedimos hasta el proximo un año y veinte vinos.

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