La copa del emperador, historia de un viaje por el tiempo

By 9 septiembre, 2021Sin Categoría
Detalle del dibujo atribuido a Rubens de la copa a la que dio nombre.

La fascinante historia del Vaso Rubens que les vamos a narrar comienza en la región iraní de Jorosán a la que, por desgracia, se le ha añadido recientemente una connotación terriblemente negativa vinculada al terrorismo. Sin embargo, el antiguo Jorosán fue una región del imperio persa tan amplia como para incluir zonas de las actuales Irán, Afganistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.

Formó parte del gran imperio mongol de Gengis Kan y, precisamente, un heredero suyo, Babur, llegó a reinar en la actual Kabul antes de convertirse en el primer emperador mogol, ya dentro del período islámico. Pero quién nos interesa es su bisnieto, Jahangir.

A Babur le gustaba mucho el vino, pero mucho, aunque poco en comparación con Jahangir (el islam no es lo que era). De hecho, así le definen en la Wikipedia: “Vivió rodeado de comodidades y sumido en el alcoholismo; se le podía ver día y noche con una copa de vino en la mano”.

Jahangir el emperador enamorado del vino y sus 50 copas

A Jahangir le gustaba tanto pimplar que, como acabamos de ver, tenía su propio vaso para beber vino y no lo soltaba. Bueno, en verdad se estima que llegó a tener unos 50. El más antiguo que se conserva data de 1606-1607 y está realizado en jade. ¿Que cuánto bebía el mozo? Pues háganse cargo; su padre, el emperador Akbar, era alcohólico desde los 18, bebía unos veinte vasos de vino diarios y, según cuentan testigos, su Corte olía a vino, pero el que tuvo fama fue el hijo. Cuentan que Jahangir bebió tanto que, al final, no podía sujetar la copa a causa de los temblores y necesitaba la ayuda de otra persona.

Pero hete aquí que Jahangir se entera de la existencia de otro vaso, tallado para otro emperador, en este caso de Bizancio, sobre finales del siglo IV y creado a partir de una sola pieza de ágata (una chulada, vamos). Ni corto ni perezoso Jahangir se lo pidió, suponemos que al AliExpress de la época o lo que hubiese entonces.

Moneda donde se muestra a Jahangir sentado y sujetando una copa de vino en su mano.
Moneda donde vemos a Jahangir cómodamente sentado disfrutando de su vaso

Cronología parte 1: de las Cruzadas y el saqueo de Constantinopla

¿Pero cómo se entera de su existencia? ¡Ni idea! De hecho, la primera constancia que se tiene de este vaso misterioso surge durante la IV Cruzada, cuando sale de Constantinopla rumbo a Francia en 1204. Pero se le perdió la pista (es lo que tienen las mudanzas y los saqueos), hasta que “casualmente” apareció en torno a 1368 entre las pertenencias del Duque de Anjou, Luis I, (qué callado se lo tenía el bandido), quien se lo deja en herencia a su hermano el rey de Francia, Carlos V (mucho mejor “nuestro” Carlos V, dónde va a parar. Bueno, a este le apodaron El Sabio. Aunque nosotros tuvimos a Alfonso X que también fue El Sabio y un siglo antes, y eso por no hablar de Luis Aragonés que… Vale, ya lo dejo).

¡Porras! ¿dónde hemos dejado el vaso? Ah, sí, expuesto en el Louvre. Hasta que la mujer del rey se lo endosa junto a otras obras de la colección real a la Catedral de Notre-Dame y los curas lo subieron a Vinted o lo que hubiese entonces, el caso es que les dieron cuatro duros mal contados (vaya negocio).

Imagen del Vaso Rubens. Imagen cedida por el Museo de Arte Walters
Aquí el vaso bizantino protagonista de esta historia

Cronología parte 2; de cómo llegó a manos de Rubens

Y le perdemos el rastro hasta que aparece en “El Rastro” de París (qué lógico y qué juego de palabras he incluido, ¿eh?). Corría el año 1619 (si no corriese no estaríamos ya en 2021), el que no debía estar corriendo, pero sí paseando por sus puestos, era un tal Pieter Paul Rubens, quién se encariñó con el vaso (¡hasta le hizo un dibujo!) y lo adquirió, supuestamente, por una suma considerable, vamos que le timaron, porque dudo que el vendedor supiera de su valor real. El caso es que, pese a conservarlo en su poder sólo durante diez años se quedó con el nombre de Vaso Rubens. No eran los mejores tiempos para el pintor flamenco (llamado así por pintar sobre una sola pierna, o zapatear por bulerías, o eso creo, no lo tengo claro) que lo tuvo que vender. ¿A quién? Pues para cerrar el círculo de esta historia… tararí, tararí… ¡al emperador mogol Jahangir!

Copa tipo cuenco de Jahangir
Copa de cuarzo y cromo moscovita de Jahangir (1612-1613), en la actualidad parte de la colección del RISD Museum (Rhode Island School of Design)

Cronología parte 3: el naufragio y la leyenda de los 200 muertos

Pero como no era cliente Prime los del reparto se lo perdieron y vete tú a reclamar, que si el barco ha naufragado, que si la tripulación fue a pedir ayuda a la isla de Java, que si cuando volvieron 200 pasajeros se habían matado entre ellos por quedarse con parte del tesoro que se transportaba… vamos, lo normal, las típicas excusas para escurrir el bulto de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Y allí, en las procelosas aguas de las costas australianas se le vuelve a perder la pista.

Cronología parte 4: Beckford, torres más altas cayeron

La también conocida como «copa Guadiana», vuelve a aparecer cuando lo compra el autor inglés William Beckford en el año 1818, para la colección de su mansión, vamos a ver, ¿quién no tiene una colección de arte en su mansión?, ¡por favor! Luego se lo vende en 1822 a su yerno, el X duque de Hamilton, le debía caer fetén el marido de su hija, porque no sólo no se lo regala, si no que no le perdonó ni un penique. (Por cierto, mucho duque de Hamilton, pero aquí tenemos Casas de Fernando Alonso, en Albacete, a ver qué pasa).

Por lo visto hay que agradecer la venta pues poco después se desmoronó la torre del casoplón de los Beckford (a cualquier cosa con Pladur lo llaman “mansión”), demoliendo la mayor parte del edificio. William Beckford también era un personaje, no se lo pierdan, para él el sentido de la vida se resumía en frases así: “Temo que no haya nada bueno en este mundo si no es componer arias, erigir torres, proyectar jardines, hacer colecciones de muebles en estilo japonés y escribir relatos de viajes a China o a la Luna”. Supongo que son cosas que dices cuando te haces multimillonario a los diez años.

Retrato de Lady Hamilton, obra de  George Romney
Lady Hamilton obra de George Romney

Cronología parte 5: Beckford, su obra ‘Vathek’ y las casualidades

Como curiosidad decir que él mismo se encargó de dirigir las obras de la construcción de la torre, cuya altura era de 90 metros (aún no me explico cómo se pudo caer). También resulta anecdótico que en su casa se viese el almirante Nelson con su amante Lady Hamilton, que nada tenía que ver con el duque citado anteriormente.

Otro dato que les dejo, la obra literaria más conocida de Beckford es Vathek, que viene a ser una novela gótica precursora del surrealismo literario, escrita en francés y donde se narra entre diversas paranoias oníricas, las peripecias de un califa que vende su alma al diablo. Hasta aquí, bien, ¿no? Pero… y si les digo que dicho califa está basado en un personaje real, Al-Mutásim, quien casualmente guerreó contra el imperio bizantino, origen del vaso protagonista de esta historia y, ahora viene lo bueno, gobernó en Jorosán, al igual que nuestro querido emperador Jahangir, mediante los tahiríes. ¿Qué? ¿cómo se quedan? Si esto pasa en el quinto planeta más grande del Sistema Solar, no les quiero contar en los que son más pequeños.

Copa de esmeralda perteneciente a Jahangir.
Esta copa de esmeralda, perteneció al emperador Jahangir y fue subastada en Londres en 2003 por 1.797.000 libras esterlinas (más de dos millones de euros)

Cronología parte 6: los Walters y sus cosas

Resumiendo, el vaso vuelve a venderse en la década de 1880 a Francis Cook, que ya era millonario cuando nació (le decían “qué niño más rico”, pero seguro que era feo) y estuvo expuesto desde 1900 (el jarrón, no el señor Cook) en la casa Burlington de Londres (no confundir con la de la Carretera de Andalucía).

Pero esperen que aquí no acaba la historia. En 1925 el vaso es comprado por el experto en arte Henry Walters por la suma de 580 dólares, que era un dinero, pero claro, es que su padre había creado un museo en Baltimore, (así también me hago yo músico, debió pensar Paquirrín). El pobre Walters (lo de pobre es un decir) falleció unos años después y su viuda hizo limpieza; lo sacó a subasta Parke-Bernet Galleries en 1941, adquiriendo la obra su actual propietario el Museo de Arte Walters (vamos que le sacó los cuartos al museo de su suegro, qué legado de su hijo, ni que…), donde todavía hoy en día se puede admirar.

Y hasta aquí la historia de un vaso para beber vino con más de 1.600 años de antigüedad, más kilómetros que el coche de Google y ni un rasguño y yo temblando cada vez que tengo que lavar mis copas de vino.

Otro vaso de vino del amigo Jahangir
Perteneciente a la Al Thani Collection (por lo visto no solo coleccionan jugadores de fútbol), se trata de la artesanía de jade más antigua (entre abril de 1607 y marzo de 1608.) vinculada al emperador mogol Jahangir

Epílogo y agradecimientos

Esta recopilación de acontecimientos no se hubiese dado sin la lectura del muy recomendable libro de Mark Forsyth Una borrachera cósmica, aunque los personajes de Babur y Jahangir pudieran estar intercambiados y cita el vaso de Jahangir con unas inscripciones y localizado en un museo de Portugal, que he sido incapaz de poder verificar.

También agradecer a Entre la Historia y el Arte, por su texto sobre El Vaso Rubens, germen de este artículo aquí compartido.

Por último, y a modo de bibliografía, citar el estudio de los estilos artísticos y simbolismos de las copas de vino de Jahangir, a cargo del Egyptian Journal of Archaeological and Restoration Studies.

Si les interesan la historia, las leyendas y los saqueos, les aconsejamos la siguiente lectura: Jerez: Historia y leyenda.

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