El día 18 de febrero de 2013, la Enoarquía publicó su primer artículo. Desde entonces, lo único que hemos hecho ha sido disfrutar con el mundo del vino.
Casi no nos hemos dado cuenta del paso de estos tres años. El tiempo es a menudo algo muy voluble; una magnitud física que se supone constante pero que, cuando se disfruta con lo que se hace, se mueve a gran velocidad y los días se suceden vertiginosamente. No es necesario volar a velocidades cercanas a la de la luz ni aproximarse a un agujero negro para sentir estos efectos relativistas en el tiempo. Sólo hay que disfrutar.
Con el disfrute como máxima y el hedonismo epicúreo como leitmotiv, los enoarquistas celebramos cada año nuestro aniversario con una reunión muy especial. Para dicha reunión buscamos un restaurante singular que nos cobije, tolere y soporte durante un buen rato y que, además, nos permita llevar nuestras propias botellas. El “elegido” -aunque quizá sea el lugar en el que nos elige a nosotros- de este año fue uno de los clásicos del buen comer y beber de la ciudad de Madrid. El restaurante -aunque es más que eso- Asturianos del número 94 de la calle Vallehermoso. Una pequeña taberna que aloja entre sus paredes la grandeza de la cocina de doña Julia Bombín, la energía de Alberto y Belarmino Fernández y el resto del equipo y un ambiente que subyuga el ánimo e instiga a la conciencia a comer, beber y hablar sin parar.
Comer sin parar es sencillo cuando se presenta una materia prima de calidad tratada con cariño, talento y mucha experiencia: Berberechos grandes, carnosos y jugosos, en un punto de cocción perfecto y sin rastro de maldita arena; las, para el que suscribe, míticas sardinas marinadas en sidra con sopa de tomate y aceite, sin la más mínima espina, frescas y suculentas; el revuelto de algas y oricio, en el que es protagonista un elegante sabor marinero; un potaje muy sabroso, con los garbanzos en ese punto perfecto en el que se funden suavemente al masticar y la piel se hace imperceptible; como remate, una carrillada de buey intensa, con la ternura llevada a la máxima expresión hasta el punto de casi desintegrarse en la lengua. En el capítulo de los postres: delicioso queso afuega’l pitu con miel, nueces y pasas; mousse de chocolate con sal, aceite y pimienta -del que hubo repetición- y el famoso y maravilloso flan de queso del que también fue necesario repetir.
La bebida que, al fin y al cabo, es de lo que trata la Enoarquía, estuvo a la altura. Las botellas escogidas fueron, una vez más, un acierto. Aunque algunas tenían unos cuantos años a sus espaldas, todas exhibieron lozanía y buen estado de conservación. Esto fue lo que los cuatro enoarquistas escogimos para la velada:
Viúva Gomes. Branco 1969. Colares DOC.
Han pasado 47 años desde que se cosecharon las uvas de este vino blanco portugués de malvasía de la “micro” denominación de origen Colares. Acercamos la nariz a la copa con cierta inquietud y… ¡está vivo! No sólo está vivo sino que además está en buen estado de forma. Empieza en nariz con toques de miel y hojaldre, caramelo quemado, café con leche, algo de barniz y tenues insinuaciones de frutos secos. Según va pasando el tiempo va perdiendo matices y al final se queda en un intenso y tradicional caramelo Solano de café con leche. En boca el tacto es sedoso, con cierta untuosidad; se desliza con elegancia, con una acidez soberbia muy sostenida que hace que el vino se expanda y se haga muy largo y persistente. Un blanco sin aristas con buena materia y un toque salado muy particular. Un vino bastante especial. Quizá no es para todos los públicos, pero su calidad es innegable al margen de gustos. A mí de inicio me gustó bastante, aunque tras más de tres horas de aireación -una cena muy larga- perdió cualidades y complejidad.
González Byass. Cuatro Palmas Saca 2015. D.O. Jerez-Xérès-Sherry
Desde el momento en que quitamos el tapón de la botella y vertemos el contenido en una copa, somos conscientes del efecto “apoderamiento de la sala” típico de los más grandes vinos del marco de Jerez. El aroma de este Cuatro Palmas conquista el restaurante con una nariz barroca, rotunda y tremendamente poderosa. La intensidad es brutal. Huele a mueble viejo de caoba recién restaurado y escrupulosamente barnizado. Impresiona descubrir aromas todavía salinos y con reminiscencias de velo de flor en un “fino” de unos cincuenta años de edad. En boca es una salvajada, una exageración; pega un buen “guantazo” del que hay que recuperarse. La salinidad sigue ahí, pero acompañada de toques muy medicinales. La profundidad y longitud de este vino es escandalosa. Contundente y asilvestrado. Somos conscientes de que una cena así no es su lugar. Este vino es para la noche, la soledad, la contemplación y el ensimismamiento. Eterno. Bestial.
Cía. de Vinos Telmo Rodríguez. Dehesa Gago Pago la Jara . 1999. D.O. Toro.
De vez en cuando viene muy bien que un vino te quite de la cabeza una buena cantidad de prejuicios. En el caso de los tintos de Toro, solemos pensar en vinos muy concentrados, casi licorosos, con una buena dosis de carpintería y un carga tánica que deja la lengua con buena aptitud para el lijado de paredes encaladas. Pues bien, este Dehesa Gago ha venido a pulir nuestras prejuiciosas mentes. Huele muy bien de entrada, con bastante elegancia. El inicio es balsámico con toques terrosos; sigue con guinda, musgo y hojarasca húmeda. Con aireación aparece un ligero barniz y unos tonos tostados que redondean una nariz estilosa. En boca es, como esperamos, corposo y poderoso, con sensación de amplitud. El tacto es muy bueno y el todavía abundante tanino ya se está puliendo para abandonar la astringencia y dejar sensaciones aterciopeladas. A pesar de su poderío resulta gratamente fresco y apetece seguir bebiendo. Buen tinto con todavía bastante vida por delante.
Rotllan i Torra. Amadís 1995. D.O.Q Priorat.
El corcho se parte… emoción, intriga… sacacorchos de láminas, buen hacer del camarero y… ¡sale el corcho al completo! Acercamos las narices y, aliviados, comprobamos que el vino está en buen estado. Nos recibe con muchos matices animales -cuadra- y cueros. Le damos tiempo. Aparece otra vez el barniz (la noche de los barnices parece esto) y sigue la cuadra. Seguimos esperando. Al fin hay algo de fruta con tenues vestigios de mora. Con tiempo se pone muy medicinal, de farmacia de guardia. En boca está muy afinado. Estilizado, fino, bien de acidez y con buen tacto sedoso; largo y con un tanino con algo de mordiente. Interesante. Es un Priorato anterior al “boom” y es otro rollo. Fino y elegante, aunque en nariz está un poco “guarrete”. Todo parece indicar que aún tiene recorrido y que puede seguir mejorando con algo más de tiempo, aunque no demasiado.
Philipponnat. Clos des Goisses 1999. Champagne AOC.
Qué bien vienen las burbujas de un buen champagne para limpiar el paladar antes de los postres. Personalmente, le tenía muchas ganas a este Clos des Goisses (se pronuncia, más o menos, algo así como “clo de guass”). Empieza timorato y reductivo, con algunas insinuaciones un poco “guarrillas”. Olor a “bicho” y ¿col? Esperamos. Pronto comienza a desperezarse. Al abrirse enseña un aroma vinoso -ahí habla la pinot noir- y enseguida aparece la pastelería, con nata montada y lo que sólo se me ocurre definir como un bollo suizo de gran calidad. Después, aparecen esos tonos “calizos” que nos hacen pensar en la hermandad champagne-sherry y termina con matices florales. Va ganando intensidad y alcanzando grandeza, sin parar de crecer, hasta que su aroma se torna embriagador. En boca impresiona. Es un cañón seductor muy sabroso. Llena la boca con una amplitud fantástica. Tiene una burbuja muy delicada y una frescura finísima. Todos los aromas se reproducen en retronasal con una persistencia memorable. Belleza embotellada. Magnífico aunque, a pesar de tener ya 17 años, todavía está joven.
Salvatore Murana. Martingana 2000. Moscato passito di Pantelleria DOC.
Terminamos endulzándonos el paladar con un moscatel de la isla italiana de Pantelleria. En nariz me recuerda un poco a un pedro ximénez de añada 2011 de Alvear, sensación que nadie más en la mesa comparte (oh, soledad organoléptica). Hay que definir el aroma sin miedo al oxímoron, porque es intenso pero delicado. Mucha cáscara de naranja, higo, dátiles y quitaesmalte de uñas, todo muy bien integrado, muy bien puesto y con cierta elegancia. La nariz engaña un poco porque se puede pensar que en boca va a ser más potente de lo que en realidad es. Bastante fluído y sin excesos con la dulzura. No se hace pesado en ningún momento y resulta fresco. La botella se vacía rápidamente y eso es algo difícil de encontrar en vinos dulces. La persistencia es también muy destacable. Resumiendo, un vino dulce excelente y casi de trago largo.
Se hace tarde y somos los últimos clientes en la taberna. Satisfechos y sonrientes, recapitulamos. De forma unánime, el Clos de Goisses se alza con el primer puesto en las valoraciones de la noche. La segunda posición es discutida. Parece que ha gustado más el Amadís que el Dehesa Gago, pero como esto lo escribo yo y me gustó más el Toro, lo dejamos en un empate técnico. La tercera posición también está algo reñida así que, ya que soy el “encargao” de escribir la crónica, ignoraré todas las opiniones y pondré el moscatel de Salvatore Murana en dicho lugar. El Colares me gustó mucho de entrada, pero con el paso del tiempo perdió fuelle y los enoarquistas somos implacables con estas cosas. De todas formas, tengan en cuenta que las condiciones de larga oxigenación a las que se ven sometidas los vinos en nuestro Enoversario no son algo habitual a la hora de consumir una botella.
Si han llegado hasta aquí y han prestado algo de atención, seguramente se estarán preguntando por el Cuatro Palmas. Lo único que puedo decir es aquello que Charlie Malloy le dijo a su hermano Terry en la película La Ley del Silencio: “chico, esta no es tu noche”. El Cuatro Palmas no estaba en su elemento y por eso queda “fuera de categoría”. Es un vino espectacular, pero es tan poderoso que es difícil hacerle justicia en una comparativa como esta.
Ha sido una buena noche y tendremos muchas más como estas. Ya estamos esperando ansiosos el próximo Enoversario. Gracias por estar ahí y por leernos durante todo este tiempo. Es obvio que sin ustedes, apreciados lectores, no seguiríamos aquí.
Qué susto al no ver el Cuatro Palmas en primer lugar. Fuera de categoría, eso es, no hay color.
FELICIDADES y que cumplan muchos más.
6 botellas pacuatro, os llevarían a rassssstras
Si el año que viene necesitáis quien os abra las botellas, si eso por el mismo precio os hago la cata primera por si está vinagre alguno juas
Felicidades por este blog bebé aun
No sé si afortunada o desgraciadamente, le damos tanto al vino que con seis botellas para cuatro apenas nos enteramos. Nos derrapa un poco la lengua pero es más por cansancio que por otra cosa…
Muchas gracias por estar ahí.
Muchas felicidades
Muchas gracias Jorge. Si conseguimos llegar a los ocho años que tiene tu blog seremos felices.
El mío es más fácil de mantener y tiene menos mérito que el vuestro
Muchas felicidades! hacéis una gran labor en este bonito mundo del vino!!
Muchas gracias a todos.
Saber que estáis al otro lado y que queda menos para un apoteósico X Enoversario, nos da fuerzas para seguir 😀
Tal evento merece tales viandas.
Enhorabuena y gracias por vuestro trabajo.
Un saludo.