Empujando el carrito, ya lleno y bastante pesado, con esa “manía” que todos tienen de desviarse lentamente hacia la derecha para llevarnos a la estantería más cercana, atravesamos la zona de bebidas alcohólicas sintiéndonos atraídos por las siempre encantadoras botellas de vino. No está mal la selección, pensamos con ese pensamiento estulto y embotado de cliente de supermercado: Rioja, Ribera, Rias Baixas… y, abajo, en la “solera”, hay que agacharse para verlas bien, las tradicionales y artísticas botellas de Jerez y Manzanilla.
Constatamos, una vez más, que están tiradas de precio; ninguna supera los ocho euros. “Jerez no, no lo cojas, marujita, que es muy vulgar” comenta el anciano de turno a su también anciana compañía. Ligeramente ofendidos -ni que el Jerez lo hiciera yo en casa, pensamos- afinamos el oído y giramos la cabeza casi 360 grados, como aquella maravillosa “Niña de el Exorcista”, el gesto muy parecido, para observar a la pareja. Contemplan absortos una botella de Moët & Chandon Brut Imperial, sin tener claro si se la llevan para “el cumpleaños de Andresito” o se dejan lo que les queda de pensión en algún whisky medio decente que también disfrutará el mentado. Son más de treinta malditos euros que el niño se va a beber, ya sea en amarillento líquido burbujeante o en ambarino destilado.
¿Cómo se ha llegado a esta situación?
Los enoarquistas ya hemos encarado el asunto, de forma somera porque da para una tesis, en otros artículos, pero añadiremos algunos datos acudiendo a una magnifica referencia, el historiador don Álvaro Girón Sierra -al que los enoarquistas solemos referirnos, con admiración, como “El Azote del chándal y el rebujito”-. Los porqués nos los explica don Álvaro en un extenso comentario impagable, publicado en el foro de Verema, del que reproducimos algunos párrafos de mucha enjundia que usted, querido lector aficionado al vino de Jerez, ha de memorizar:
La experiencia histórica nos indica que Jerez, para comercializar sus vinos, ha tenido que «modular» sus vinos para hacerlos aceptables para los mercados.
El negocio, desgraciadamente, no ha crecido vendiendo grandes cantidades de amontillados o palos cortados de rompe y rasga. Ello indica que el producto, tal cual está en la bota, no gozaba de un predicamento masivo en el principal mercado exterior.
Este modelo de negocio está agotado, y lo prueba que la gran mayoría de las casas están subvencionando sus jereces con negocios más rentables: los destilados y el brandy. No es que se venda poco -hay marcas que cuentan sus ventas por millones de litros- Es que se vende a un precio tan ridículo que uno se ve condenado a vender inmensos volúmenes si es que quiere mantener el chiringuito abierto ante lo magro de los márgenes.
Así que en este artículo vamos a intentar hacer eso tan de moda de “poner en valor”, que dicen los horteras repeinados, los magníficos vinos jerezanos. Para ello, vamos a llevar a cabo una escueta comparación con otra zona vitivinícola de gran prestigio, Champagne, y enfrentaremos los productos de dos bodegas emblemáticas de ambos lugares.
¿Por qué Champagne?
No somos los primeros, ni los segundos, ni los enésimos que establecen la comparación. La largamente esperada página www.champagnesherry.com, promete tratar el asunto con la extensión que se merece. Para que no resulte tedioso, trataremos de ilustrar el caso con brevedad en unos cuantos párrafos.
– La tradición vitivinícola de ambas regiones es milenaria. Tanto Champagne como Jerez nutren sus frutos con los dones que entregan sus suelos de creta blanquecinos y brillantes, que los andaluces denominan, con devoción, de Albariza. Son, en este sentido, hijos de la creta, de la tiza con la que los maestros jerezanos marcan sus botas con los míticos, y casi arcanos, símbolos que dan nombre al líquido que contienen. Aunque Jerez adolece de las típicas clasificaciones francesas, podría decirse que es la única zona de España que cuenta con pagos afamados como Macharnudo, Balbaína, Carrascal, Miraflores, etc. En Champagne resuenan con rotundidad los nombres de sus legendarios grand cru: Ambonnay, Avize, Le Mesnil-sur-Oger, Verzenay, Verzy…
– La elaboración de uno y otro es atractiva y misteriosa. Los dos deben sus peculiaridades a “accidentes” iniciales, que después fueron estudiados y comprendidos, que les confieren características muy singulares. El vino de Jerez es encabezado y desarrolla el mágico velo de flor que, al parecer, fue en sus inicios un preocupante accidente de taberna que con el tiempo demostró sus milagrosas propiedades transformadoras. El Champagne “sufre” una segunda fermentación en botella que hace que el CO2 quede aprisionado en el envase y se funda con el vino para hacerlo burbujeante y exclusivo. Después se practica el degüelle y se añade el licor de expedición. El origen de este accidente se debe a que cuando el invierno llegaba a las frías bodegas de Champagne, hacía que las levaduras entraran en periodo de hibernación y cesara la fermentación. Los mostos permanecían en letargo hasta que volvían a subir las temperaturas, lo que originaba una segunda fermentación con un impetuoso estallido de burbujas.
– Finalmente, la crianza y envejecimiento de estas dos maravillas líquidas se lleva a cabo en medio de la penumbra de una quietud ceremonial y litúrgica. Las espectaculares bodegas jerezanas, de porte catedralicio, custodian joyas enológicas centenarias. Las increíbles y kilométricas cavas francesas -las galerías subterráneas de Veuve Cliquot alcanzan los 81 kilómetros- conservan durante décadas las mejores botellas. Son procesos muy costosos que requieren ciencia, paciencia y abundante mano de obra cualificada.
La comparativa.
Vamos, al fin, a poner frente a frente los excelentes productos de dos bodegas legendarias que producen una cantidad espectacular de botellas año tras año: González Byass, fundada en 1835 y Moët & Chandon, fundada en 1743. Los nombres de ambas son conocidos a nivel mundial y muchísima gente ha probado -o por lo menos conoce- alguno de sus vinos.
Como los tipos de vino de ambos productores pueden llegar a diferir mucho en sus aspectos organolépticos, nos hemos centrado en la edad. La comparativa es complicada y puede que nos lluevan collejas desde todos los ángulos. Sin embargo, creemos que realmente son vinos comparables y equiparables en calidad, cualidades y proceso de elaboración. Recuerden, lo que vamos a comparar, básicamente, es el precio a igualdad -la mayor posible- en complejidad en la elaboración y edad. Por ello, y para no complicarnos demasiado, nos hemos centrado en el Tío Pepe clásico y sus edades, representadas por los exclusivos, novedosos y escasos finos Palmas.
Tío Pepe vs Moët & Chandon Brut Imperial.
La producción de Tío Pepe supera los 30 millones de botellas al año. La de Brut Imperial los 20 millones. La edad media de ambos ronda los cuatro años. El precio de Tío Pepe se sitúa entre los siete y los ocho euros, aunque se pueden encontrar botellas por menos de seis euros. El Moët lo encontraremos, salvo ofertas, a precios comprendidos entre los 30 y 35 euros.
Fino Tres Palmas vs Dom Pérignon 2003
Con una edad media de más de diez años y una escasa producción de sólo cuarenta cajas, el Fino Tres Palmas se vende a unos 29 euros, pero se trata de botellas de 50 centilitros. Haremos una cuenta rápida y calcularemos que una botella de 75 centilitros costaría unos 43 euros. El Dom Perignon 2003, del que se han elaborado unos dos millones de botellas, lo podemos adquirir por unos 120 euros.
Cuatro Palmas vs D.Pérignon Oenothéque Rosé 1990
Del Cuatro Palmas se han producido sólo 25 cajas. Su edad es impresionante, 45 años. La botella de 50 centilitros cuesta 87 euros. Una de 75 centilitros costaría unos 130 euros. Para intentar comparar hemos tenido que recurrir a la muy exclusiva Oenothéque de Dom Pérignon, en este caso un Rosé, y a una añada de 1990 que todavía se publicita en su página oficial. Desconocemos el número de botellas producidas. Su precio inicial supera los 600 euros y después se dispara.
Después de leer este artículo, y si está de acuerdo con que estos vinos son comparables, le pregunto ¿es justo el precio del Jerez? Nuestra opinión es que el vino de Jerez está fuertemente infravalorado tanto en el aspecto crematístico como en el de su percepción cualitativa. Esta situación ha durado muchos años pero algo se está moviendo. Se notan vientos de cambio. Así que aproveche ahora y no espere a que Jerez recupere y aumente su prestigio y este tipo de joyas sean mucho más difíciles de alcanzar. En la Enoarquía siempre le exhortaremos para que saque sus propias conclusiones. Nos gustaría que publicara en los comentarios de este artículo sus propias comparativas y opiniones.
Nada, no hay color, gana el Jerez por goleada.
Lo siento por tí Carlos, pero has hecho eso que te gusta tan poco; «poner en valor algo» La causa lo merecía, asi que relajate y disfruta de tu gran post. Enhorabuena por tus ideas y por tu pluma.
¿Mi pluma?
Enhorabuena por este artículo, muy interesante.
Muchas gracias. Me viene ahora a la cabeza una frase, antaño muy utilizada por economistas: “Es cosa de necio confundir valor con precio”
Desde luego un post tan arriesgado como original.
Como ya «tuiteé» en su momento, en 1894 la botella de Moët & Chandon costaba 9 pesetas. la de Tío Pepe 7. 119 años después 35 euros el champagne vs 7 euros del jerez, da que pensar.
A pesar de todo, confío plenamente en la resurrección del jerez, aunque aún queda mucho por hacer,
…soy un simple obrero al que le gusta el vino de Jerez. El viernes compré las 3 botellas que había en el ECG más cercano a mi casa, a 11,75 euros cada una. Este próximo fin de semana abriré una y daré mi opinión. A mí me parece muy bien que las casas apuesten por este tipo de vinos de cranza biológica lo más prolongada posible y que luego reciban el menor tratamiento posible de cara a embotellado, vamos, que lo que hay en la botella sea lo más parecido posible a lo que hay en la bota. Hacia ahí es donde deben ir los tiros. Y un vino de estas características debe ser vendido en esas franjas de precios, entre los 15 y los 20 euros. Los tres mejores finos que hay en mi opinión en el mercado son La Panesa de Emilio Hidalgo, Antique de Fernando de Castilla y Macharnudo Alto del Equipo Navazos, vinos que están en tienda sobre los 20 y los valen sobradamente, pongámoslos con otros vinos del mundo de esos precios y saldrán vencedores.
Hay que reconocer una cosa. Los jereces en general gustan menos al gran público que el Champagne y eso algo tendrá que ver en el precio.
Pues fíjate que hay mucha gente a la que no le gusta el champagne, pero sólo por lo de las burbujas, el tapón que sale disparado, el jolgorio, las chicas, de ropajes ajustados, del paddock empapadas…