Imagine, en el colmo de la prosopopeya, que su cabello comienza a adquirir tonos otoñales y finalmente el ocre vence a la coloración natural. Imagine, le pido un pequeño esfuerzo al hacerlo, que pierde todo el pelo y su cuerpo comienza a entrar en una fase de letargo.
Imagine que le cortan los dedos de las manos y los pies, pero no siente dolor porque está casi inconsciente, y retiran y queman los restos de sus miembros amputados mientras refuerzan las ataduras que le someten a un emparrado cruel. Imagine que todo termina con un fundido en negro y después llega el frío y le absorbe la nada.
Sin saber cuánto tiempo ha pasado, se despierta muy lentamente, terriblemente aletargado y paralizado. Al despertar se da cuenta de que sus miembros fueron cercenados tiempo atrás, antes de caer en el abismo de la negra inconsciencia, y comienza a llorar. Lo que en principio es un ligero sollozo, se transforma en un vertido continuo e imparable, cada vez más intenso.
Triste cosa es el sueño,
que llanto nos arranca
mas tengo en mi tristeza una alegría…
¡Sé que aún me quedan lágrimas!
Gustavo Adolfo Bécquer
Al fin, cesa el llanto y es consciente de que se siente con más fuerzas. Las zonas de las que brotaban las lágrimas han quedado obturadas y observa un pequeño cosquilleo acompañado de una suave sensación de euforia. El cosquilleo, lejos de remitir, se acrecienta y se transforma en un intenso placer. De repente, descubre que sus miembros ¡están volviendo a crecer! El crecimiento es imparable; se siente bien, se siente joven y fuerte. ¡Es el desborre!
Trás el horrísono término desborre se oculta un fenómeno prodigioso que, si todo va bien y la tierra continúa vagando por el espacio en compañía del sol, se sucede año tras año. La borra es la pelusa o plumón que, durante el invierno, se oculta bajo las escamas protectoras de las yemas durmientes de la vid. El prefijo “des” indica en este caso “fuera de”, así que el desborre no es más que ¡la salida de la borra!
Antes del desborre tienen lugar los lloros, cuya causa se encuentra en la entrada en actividad del sistema radicular de la vid. Al elevarse la temperatura del suelo se produce la movilización de las reservas de la planta y la reconducción y el movimiento ascendente de savia. Como no hay vegetación que reciba la conducción de las reservas, la savia se derrama por las heridas de poda, despertando el alma poética del hombre que, en lugar de calificar el fenómeno como una simple exudación, lo personifica y denomina llanto. Los lloros cesan cuando las bacterias que se desarrollan en el líquido crean una masa viscosa que obstruye los vasos leñosos.
Una vez que la temperatura del aire supera el llamado umbral de crecimiento, en torno a los 10º C, las yemas recobran la actividad celular y comienzan a hincharse, las escamas protectoras que las recubren y salvaguardan se abren y la borra emerge al exterior. Ese momento es el llamado estado fenológico B o 03, según utilicemos la escala de Baggiolini (letras de la A a la P) o la de Eichhorn y Lorenz (cifras de 01 a 50)
La yema de algodón dará paso a la punta verde y ésta a la salida de hojas. Las hojas se extenderán y los racimos se harán visibles en forma de minúsculas canicas verdes. Llegará la floración, las flores cuajarán, los racimos se cerrarán y enverarán y el viticultor sufrirá hasta la llegada de la total madurez y el momento de la recolección.
Y la vid será engañada una vez más. Su fruto, el que desarrolla y protege sus semillas, no germinará y no cumplirá su reproductivo cometido. El ser humano utilizará la uva para otro fin muy distinto.
E la nave va. El mundo seguirá girando y el movimiento de traslación de la tierra y su eje inclinado mantendrán el ritmo anual de primaveras, veranos e inviernos y la vid sufrirá una y otra vez su pasión, muerte y resurrección.
[…] El desborre: poesía de la vid La borra es la pelusa o plumón que, durante el invierno, se oculta bajo las escamas protectoras de las yemas durmientes de la vid. El prefijo “des” indica en este caso “fuera de”, así que el desborre no es más que ¡la salida de la borra! Antes del desborre tienen lugar los lloros, cuya causa se encuentra en la entrada en actividad del sistema radicular de la vid. Al elevarse la temperatura del suelo se produce la movilización de las reservas de la planta y la reconducción y el movimiento ascendente de savia. Como no hay vegetación que reciba la conducción de las reservas, la savia se derrama por las heridas de poda, despertando el alma poética del hombre que, en lugar de calificar el fenómeno como una simple exudación, lo personifica y denomina llanto. […]