Bodegas Canopy: La alegría de la fermentación

By 11 noviembre, 2013Cata2
Fotografía cedida por Bodegas Canopy

Quién iba a decir, hace tan sólo una década, que al suroeste de Madrid, en la provincia de Toledo, comarca de Torrijos, el vino de Méntrida iba a morir para sobrevivir en el más allá de la sombría elaboración de graneles cooperativistas y, tras la purificación y expiación, renacer majestuoso.

Llega otra crónica de cata y llega, por supuesto, con acompañamiento musical. Esta vez, AC/DC amenizará nuestros desvelos enológicos con su Let there be Rock (Hágase el rock). El ritmo presuroso de este gran tema será de lo más adecuado para asociarse con el inquieto compás del “hacedor” de vinos de Bodegas Canopy, Belarmino Fernández, que seguirá con donaire el ritmo infernal de la Gibson de Angus Young. Así que “Hágase ¡La garnacha!”

Un poco de historia

La historia mentridana es la de tantas otras comarcas castellanas: Inicialmente fue concedida como regalo medieval a señores feudales que debían encargarse de su repoblación y gobernanza. Los señores concedían las denominadas cartas pueblas a pequeños grupos de población que, gracias a los privilegios concedidos, se asentaban con firmeza en las tierras reconquistadas y aseguraban el sostenimiento de la zona.

En las cartas pueblas -documentos que merece la pena conservar, y casi venerar, en archivos históricos- ya aparecían delimitados los terrenos que debían dedicarse al cultivo del olivo y, por supuesto, al de la vid. Gracias a aquellos documentos y al tesón de los primeros pobladores, la tradición vitivinícola brotó y arraigó en Méntrida.

La Denominación de Origen

La Denominación de Origen Méntrida nació en 1976 y sufrió su última modificación en el año 2000, en el que a las tradicionales variedades garnacha y cencibel (sinonimia esta última de la tempranillo) se sumaron las internacionales tintas cabernet sauvignon, merlot y syrah y las blancas albillo, macabeo, sauvignon blanc y chardonnay. Los viñedos se extienden al pie de la parte más occidental de la majestuosa Sierra de Gredos. La zona es atravesada por el río Alberche y su clima es continental extremo, de largos y fríos inviernos y veranos muy calurosos y secos.

Méntrida padeció, durante mucho tiempo, el sambenito de la mediocridad de los graneles que se compraban en garrafas en los mostradores de las cooperativas. La situación apenas cambió hasta la llegada de José María Entrecanales que, con la ayuda del gran experto en viticultura Richard Smart, apostó por la finca La Verdosa y fundó la bodega La Casa de las Cuatro Rayas, dando así un gran y necesario empujón a la zona.

fotografía cedida por Bodegas Canopy

La garnacha

De esta variedad española se ha dicho de todo y casi nada bueno. El dedo acusador señala y afirma que se oxida con sólo mirarla y apenas da color, que no vale más que para hacer claretes, que nunca tendrá potencial de guarda, que su tanino es escaso y de mala calidad y que sólo debería ser utilizada en pequeños porcentajes como variedad de relleno. Sin embargo, algo tendrá la garnacha cuando mitos del Ródano sur francés, como Château Rayas y Château de Beaucastel, la bendicen.

Nadie es profeta en su tierra pero, como en España, no pasa en ninguna parte; por ello hemos estado despreciando esta casta, con un desdén injustificable, hasta que varios grupos de “locos” se han dedicado a recuperar viejas viñas, primero en zonas como el Priorato y ahora en la sierra de Gredos, con las que se han elaborado vinos de gran calidad.

Bodegas Canopy

La aventura de Canopy, que comenzó en el año 2004, es la de los hermanos Belarmino y Alberto Fernández Bombín, del restaurante-enoteca o “taberna canalla” Asturianos de la calle Vallehermoso número 94 de Madrid, y de Alfonso Chacón quienes, tal y como hicieron los componentes de bodegas como Jiménez Landi, Marañones o Bernabeleva, decidieron buscar y recuperar viejas viñas de garnacha en la sierra de Gredos para elaborar vinos de primera línea. Las encontraron en el Real de San Vicente a cotas comprendidas entre los 750 y 895 metros de altitud en suelos graníticos.

También decidieron utilizar la syrah de las llanuras de la D.O Méntrida, en Camarena, que parece adaptarse a la perfección al riguroso clima de la zona. Una de sus aventuras más intrépidas fue la adquisición de media hectárea de garnacha blanca, de más de sesenta años, con la que elaboraron el vino “Loco”, cuya botella sale al mercado encerrada en una pequeña camisa de fuerza.

fotografías cedidas por bodegas Canopy

El nombre de la bodega está inspirado en el concepto de viticultura del canopy management, que se preocupa por manejar la “canopia” – básicamente, la parte aérea de la planta- de manera que la cantidad de hojas, su salud y orientación -llegando incluso a establecer un ratio leaf to fruit u hoja-fruto- sean adecuadas para que la vid fabrique frutos de calidad idónea sin excesos ni carencias en su composición.

En la bodega se lleva a cabo viticultura ecológica precisa y poco intervencionista. Los vinos se elaboran así desde la viña y son sometidos a escasos tratamientos, con pisado tradicional de la uva en algunos de ellos, fermentaciones espontáneas, una mínima intervención y bajas producciones. La utilización de la madera es discreta, ya que las barricas son de segundo año de roble francés de 400 y 500 litros de capacidad y fudres de 1.500 y 2.000 litros.

La cata

Gracias a la madrileña vinoteca De Blanco a Tinto y comandados, como debe ser, por uno de los hacedores de Canopy, el inquieto Belarmino “puro nervio” Fernández, nos dimos un paseo por las estribaciones de Gredos y las llanuras mentridanas, y disfrutamos también de una sorpresa final no programada. Belarmino es feliz haciendo lo que hace y sabe contagiar su alegría, la alegría de trabajar en lo que a uno le gusta, la alegría de la fermentación.

El divertido Belarmino Fernández

El divertido Belarmino Fernández

Castillo de Belarfonso 2012. Precio: 8,50€ aproximadamente

El “básico” de la casa del que se producen unas 5.700 botellas.  Monovarietal de garnacha de dos viñas de 65 y 70 años, que pasa cinco meses en barrica de roble francés.

Gran intensidad frutal en nariz; mucha y agradable cereza fresca. Algo licoroso. Dándole tiempo se vuelve floral. La madera es imperceptible. Boca de cuerpo medio con buena longitud y tanino de buena calidad por pulir. Final tenuemente alcohólico. Vino de trago largo, muy agradable. Algo así como un buen Bourgogne básico pero a mitad de precio.

Tres patas 2008. 11,95€ aprox

De viñas de garnacha (80%) de más de 40 años en vaso en suelo silíceo, y viñas de syrah de 15 años (20%) en espaldera en suelos arenosos. Pasa 12 meses en roble francés, en barricas de 400 y 500 litros y fudres de 1.500 litros. Se producen 17.000 botellas.

Hierbas aromáticas y toques florales con un suave fondo de roble bien integrado, todo ello con una buena intensidad. Tengo la impresión de que la syrah manda mucho a pesar del pequeño porcentaje utilizado. Bastante tanino por pulir. De nuevo, una buena acidez da frescura y excelente longitud y persistencia. Se deja notar el amargor del raspón en el final, pero el conjunto resulta bastante armónico y sabroso. Vino redondo y grato de gran calidad.

Malpaso 2008. 11,95€ aprox.

Monovarietal de  syrah procedente de viñas en espaldera de entre 15 y 20 años situadas en el municipio de Camarena. Crianza de 12 meses en roble francés, en barricas de 400 y 500 litros. Se elaboran unas 19.000 botellas.

Muy, muy cerrado. Aromas a caldo de carne típicos de la variedad. Le damos tiempo, mucho tiempo, supera su timidez y muestra frutos negros, moras y frambuesas, de buena intensidad. Potente en boca, de buen tanino aterciopelado que requerirá más tiempo de botella. Notas tostadas en retronasal e inesperadas insinuaciones minerales. Sorprende su placentera frescura. El final enseña bastante raspón. Muy persistente. Lo cierto es que es una syrah de libro, de manual, incluso en su cerrazón inicial, con un carácter del Ródano norte muy Saint-Joseph. Excelente.

La viña escondida 2010. 31,50 € aprox.

Elaborado con racimos de la cima de una viña de garnacha de 65 años de edad en suelo granítico. Comenta Belarmino que a punto estuvieron de llamarla “la viña de a tomar por c…” por su complicada situación. Crianza de 15 meses en fudre de 2.000 litros. Producción de unas 1.200 botellas.

Mineralidad muy presente con notas de tierra y pedernal; hay también aromas a manzanilla. Fondo de frutas ácidas frescas. Gran complejidad aromática. Bouquet de gran vino. Textura de seda de la mejor costura. Acidez muy viva. Muy largo y de muy grato final. Finura y elegancia por todas partes. Vino extraordinario de gran categoría, que cambia y sorprende a cada minuto que pasa. Estilo de gran borgoña.

KaOs 2009. 35€ aprox

La sorpresa de la noche fuera del programa inicial y de la D.O Méntrida. Belarmino nos obsequió con este “bonus”, vino de La Tierra de Castilla y León, que él mismo trajo en su propio vehículo. Elaborado con garnacha 100% de viñas de entre 50 y 65 años en suelos de pizarras de Cebreros. Crianza de 18 meses en barrica de 500 litros de roble francés.

Potente intensidad aromática de fruta compotada e higuera. Toques de farmacia y lapicero. Bastante denso. Tanino de “terciopelo largo” algo pesado. Buena acidez, aunque inferior a la de sus compañeros de cata. Es el menos fresco y el más corto de los cinco. Apunta buenas maneras pero necesita guarda.

Fotografías: enoarquia.com

Conclusiones

Llega la hora del habitual pódium y esta vez lo tenemos algo más fácil. La Viña Escondida se alza con la primera plaza de forma indiscutible, porque es un vino de alto nivel y gran complejidad que, si alcanza fama, subirá bastante de precio. El segundo escalón del cajón será para Malpaso, porque es un syrah excelente lleno de matices y hondura. El tercer escalón se pone difícil, pero nos vamos a decidir por el Castillo de Belarfonso, que ha demostrado ser un básico de los que elaboran los grandes, de esos que permiten anticipar e intuir lo que se esconde en las mejores y más caras botellas de una gran bodega.

Hay un momento en la vida de todo  ”enotarado”  en el que los muros de las ideas preconcebidas caen estrepitosamente. Yo mismo siempre he sido escéptico con las garnachas de Gredos, que en muchas ocasiones me han dejado totalmente indiferente. Todo empezó a cambiar cuando Comando G y Bernabeleva me enseñaron de verdad el potencial que encerraba esta despreciada casta.

La joven bodega Canopy se ha situado en la élite de las viejas garnachas españolas. Ha entrado por la puerta grande pero sin hacer ruido, sin el artificio mediático que suele acompañar a las revelaciones enológicas que bailan al son que tocan las modas. Canopy hace las cosas con alegría, sin complejos, y dará que hablar.

Fotografías: enoarquia.com

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