Amontillado VORS Del Duque

Comentario

Descorchar una botella es como abrir un libro. En algunos casos se trata de obras escritas por muchos autores más o menos anónimos, como el Majabhárata védico, del mismo modo un vino puede albergar el trabajo de generaciones de arrumbadores, capataces, vendimiadores…

Hay libros viejos en los que, cuando uno se aventura en ellos, siente algo especial, ya desde el momento en el que acariciamos su cubierta de piel y su olor tan característico nos embriaga. Hay vinos viejos, en los que, cuando uno se adentra en ellos, la sensación no dista mucho de la descrita. Hay libros de los que aprender en cada párrafo, libros que enseñan, libros que cuentan historias. Hay vinos que son capaces de narrar tanto como un buen libro.

Este es el caso de los grandes vinos viejos jerezanos. Cojamos un gran vino, un fino Tío Pepe, dejémosle que lo acune el tiempo y permitamos las mermas de la parte de los ángeles. El vino fino metamorfosea, un velo de flor le cubre cual crisálida de la que desprenderse en un momento dado. La flor se marchita, la bota llora y el aire amortaja la juventud perdida. Pero la muerte no es tal; es cambio, es transformación. El almendro da paso al avellano y la sequedad de sus frutos se muestra más untuosa, menos lineal y más redonda.

La botella que nos ocupa no narra sólo una historia, podría contar miles, pero también nos muestra la historia. La del Duque de Medinaceli a quien el fundador de González Byass le compró 16 botas de jerez, allá por el año 1835 y, desde entonces forman parte de la solera base de este amontillado.

Color ámbar con destellos anaranjados. Aromas a avellanas y a especias envueltos en el frescor de las naranjas. El postgusto es realmente largo, dejando una sensación de equilibrio entre el amargor y un cierto toque entre vainilla y canela en rama. Un vino que aúna largura, concentración y complejidad de una manera única.

Comida

La complejidad del vino es suficiente como para considerarlo vino de meditación y no necesitar acompañamiento alguno. En cualquier caso y después de varias pruebas más o menos ortodoxas, resultó realmente espectacular junto a una pizza casera con queso azul.