Nos sobraban los motivos para realizar una celebración por todo lo alto. No sólo por el hecho de haber sobrevivido durante cinco años, de haber vencido a la desidia, a la pereza, a la rutina o al hastío. A todo esto, sumen los quehaceres diarios, los trabajos de cada uno y sus respectivas obligaciones. Además, era por haberlo hecho junto a tantos lectores, a los que agradecemos infinitamente que nos hayan llevado a superar el millón de páginas vistas durante este tiempo.

Y eso que en la Enoarquía siempre valoramos la calidad por encima de la cantidad. Por eso estamos tan orgullosos de que se nos considere una de las mejores páginas web de vinos en español. (7 blogs de vino que todo winelover debe seguir, La comunicación del vino en España – Los nuevos comunicadores, 7 de los mejores blogs de vino en español).

Por todo esto queríamos que el V Enoversario fuese especial y vaya que si lo fue. Todo surgió a la salida de una opípara comida en Angelita Madrid con toda la Enoarquía. De allí sólo continuamos Carlos y un servidor rumbo a Wilda, donde llamó nuestra atención un chaval (nos pareció muy joven) rodeado de copas de vino. Nos alegramos por él y pusimos rumbo a La Fisna, donde volvimos a coincidir con él. Nos presentamos y resultó ser Luis Baselga, sumiller del restaurante TriCiclo. Tras charlar con él cinco minutos y compartir unos vinos… ¡Ya teníamos decidido el local para celebrar el V Enoversario! Y no pudimos haber elegido mejor.

No lo pusimos fácil. La selección de los vinos siempre es aleatoria, cada uno trae lo que estima conveniente, con lo complicado que suele resultar luego que encajen dentro de un menú, e incluso entre sí. Al final del reportaje les diremos qué vinos coparon el podio de honor.

Luis nos dio la bienvenida con una manzanilla muy especial, Lucerita, una selección exclusiva para Dani Corman de Juan Piñero, de la que unas pocas botellas han llegado a TriCiclo, en palabras de Luis, “una manzanilla que busca más los matices del suelo, que de la flor”.

Entrantes

El primer entrante fue ´Gamba, shiso y mango´, una gamba frita envuelta en pasta filo con una picada de mango y un buqué de menta, cilantro y albahaca. La recomendación era envolverlo todo con la hoja de shiso y mojarlo en una vinagreta oriental, no nos pregunten, se trata de una receta secreta de la casa. Mientras llegaba el siguiente entrante dábamos tiempo a que algunos de los vinos que habíamos llevado se fueran abriendo.

Continuamos con un besugo a la madrileña con patatas panadera y un sofrito concentrado. Sobre un panko tostado, las láminas de besugo en crudo, el panko daba una textura similar al shichimi togarashi y para dar picor, junto a unos dados de lima que aportaban frescor, unos chips de ajo.

Seguimos con un ceviche de corvina salvaje estilo Nikkei. Una base de salsa ponzu con yuzu, la corvina y un sorbete de leche de tigre (rocoto lima y cilantro). En este punto ya teníamos en nuestras copas la primera añada de Marcial Dorado en Quinta do Feital, un espectacular anfiteatro natural de suelos graníticos que en esta añada de 2000 maravillaba con un brillante color dorado, muy sorprendente a sus 18 años y que ya hacía presagiar que algo muy serio teníamos en la copa.

Terminamos los entrantes con un tartar de semimojama de bonito, fresas, picada de almendra y aceite de las mismas. Quizás la manzanilla fuese su vino ideal, pero para entonces el Dorado 2000 nos tenía embelesados. En nariz ´petroleaba´y salían  empireumáticos muy nítidos que, con el transcurso de la comida, dieron paso a notas de piel de naranja y cítricos. En boca se quedaba algo corto para la expectativas creadas y aunque era más notorias sus casi dos décadas, el vino no estaba carente de cierta profundidad y destacaba su mineralidad sobre el resto de cualidades.

Platos

Elegir un vino de los que llevamos que encajase con la menestra marina, a priori parecía un pequeño quebradero de cabeza. Moluscos gallegos (percebes, almejas, berberechos y navajas) con algas, verduras crocantes y huevas de trucha, todo bañado en sunomono, un escabeche japonés realizado a partir de un caldo ´dashi´. Menos mal que Joan nos sorprendió con una botella de Doble Plaer, vino ecológico de Vinyes Singulars. Si hasta ahora llevábamos monovarietales (y así sería durante el resto de la comida, salvo con el tinto), aquí teníamos una mezcla de macabeo, parellada, xarel.lo, garnacha blanca, malvasia, sumoll y xarel.lo vermell. Un vino que acompañó perfectamente el sabor umami del plato.

Para enfrentarse a las colmenillas rellenas de paté de perdiz sobre una base de lámina de picaña curada, nos decidimos por el único tinto de la tarde. Un Darmagi de 1998 de Angelo Gaja. En 1961 fueron los primeros en embotellar en Barbaresco. Cuentan que el nombre le viene cuando el padre de Angelo, al ver cómo se replantaba con variedades foráneas uno de sus mejores pagos, exclamó: «¡Darmagi!» que en dialecto piamontés significa ¡qué lástima! Un vino con un 95% de cabernet sauvignon y un pequeño aporte de  cabernet franc y merlot. En nariz promete mucho, olores terciarios, a cuadra, a pelo mojado y almizcle. Un vino al que no se le puede poner ningún pero y sin embargo no termina de enamorar, especialmente en boca. A sus veinte años, nada hace indicar su edad, se muestra impertérrito durante toda la comida.

Al festín se unieron unos guisantes del Maresme con láminas de vieira cruda, cecina y menta. Y el Dorado seguía sorprendiéndonos, ¡qué maravilla de alvarinho!

Para una sopa de cebolla con hierbas de monte, pato curado y queso La Peral de Asturias con pan sardo, el Jerez hizo aquí acto de presencia con el Amontillado 51-1ª, su nombre hace referencia a la solera 51, primera fila. En su día marca elaborada por Domecq, pertenece en la actualidad a Osborne. Su solera se remonta a 1830 y su media de edad podría superar los 60 años. Es un monumento de amontillado, de nariz intensa donde surgen notas balsámicas, mezcladas con humo e incienso, al final salen especias como el clavo, en conjunto dominado por los frutos secos, desde un inicio de almendras y avellanas a notas de cáscara de nuez. Mucha ebanistería fina y mueble viejo. En boca es pétreo, afilado y largo como una katana y vuelven otra vez los frutos secos y las maderas nobles. La lucha de aromas entre el pato y el amontillado quedó en empate técnico según Carlos y lo cierto es ganamos todos.

Cada plato y cada vino parecían superar al anterior. Ahora un guiso de tinta de choco con garbanzos y lengua guisada para acompañar a un vino de ensueño. El palo cortado de Añada 1978 de González-Byass, 778 botellas del vino que cambió el predominio de los olorosos de añada de la casa jerezana, hacia el actual de los palos cortados. El color era prácticamente idéntico al amontillado, pero en nariz difiere al mostrarse más expresivo y complejo con una gran finura. A la ebanistería se suman los aromas de vainilla, surgen después las clásicas notas de piel de naranja. En boca se muestra pletórico de una untuosidad magnífica, que dada la rotundidad, potencia y amplitud del vino, lo hacen disfrutable hasta cotas insospechadas. De una largura casi eterna. En mis notas apunté “cremosidad afilada”, siento que mis palabras no están a la altura del vino.

También se entendió a las mil maravillas con una molleja de corazón de ternera glaseada en jugo de ternera con rebozuelos.

El último plato fue uno de los que más disfruté, aunque me resulta imposible discernir si fue el vino el culpable de hacerlo tan especial. Unos callos a la madrileña de la mano de la Bota número 6 del Equipo Navazos. Un palo cortado Bota Punta, es decir hace referencia a la bota más al extremo de la solera, lo que le aporta unas cualidades distintas a sus hermanas, ya sea por unas condiciones climáticas propias, como por un tratamientos diferente al otorgado al resto de botas. Por lo general destacan, como es este caso, por su mayor profundidad y equilibrio, así como por su vejez más acentuada, dado que las “botas puntas” suelen ser sometidas a un régimen especial, con sacas y refrescos más esporádicos. Su origen se remonta a las escalas de Fernando Carrasco Sagastizábal, adquiridas por M. Gil Luque en 1995. Esta saca corresponde a abril de 2007, de la que tan sólo se embotellaron 300 medias botellas.

En este punto hicimos un receso, que nos sentó a todos de maravilla. Una tablita de quesos para acabar los jereces (idiazabal, cervezuela, majorero, la peral) y un gran champagne para limpiar y refrescar, la Cuvée des Caudalies de De Sousa. Magnífico y que tuvo el don de la oportunidad, llegó el momento justo y cumplió con creces, con una burbuja fina, notas de pan de leche y mantequilla.

Postres

Después de tan pantagruélica comida aún hubo tiempo para postres, tomamos chocolate blanco y arroz con leche y ya puestos, descorchamos un Molino Real 2006. Una maravilla de vino dulce, de los que tienen la virtud de no empalagar y uno se acaba la botella sin darse cuenta.

Los ganadores de la noche.

Todos los vinos estuvieron sobresalientes, pero para que no digan que no nos mojamos, aquí va nuestro ranking del bueno al extraordinario.

    • Molino Real 2006. Hay enólogos que se especializan en un tipo de vino, o en una región determinada y son muy buenos elaborando dichos vinos, pero son muy pocos los que triunfan sea lo que sea que embotellen. Lo de Telmo Rodríguez y Pablo Eguzkiza es digno de admiración. En este caso con un moscatel que recupera la tradición de los otrora afamados ‘wine mountain’. Sus 12 años en botella le han sentado muy bien, no así ser el último en sumarse a la fiesta, cuando ya nuestros sentidos andaban un tanto abotargados y no dábamos para mucho más.
    • Doble Plaer. Un vino que no desmereció en absoluto y esto teniendo en cuenta los morlacos con lo que lidió, es decir mucho. La botella más barata de la noche y con todo, cumplió de sobra su cometido. Campó a sus anchas con la menestra de verduras.
    • Darmagi 1998. Gaja son palabras mayores, las expectativas eran muy altas. Sin embargo nos pareció un vino sin fallo alguno, técnicamente perfecto, con muy buenas hechuras, pero que no terminó de enamorar. Si al Dorado se le hizo largo el convite, al Darmagi le parecieron pocas horas y, aunque fue mejorando, lo hizo con mucha parsimonia y no terminó de abrirse del todo, quizá es que necesite otros veinte años más. Seguramente el tipo de cocina de Javier Goya en TriCiclo, quizás más pensada para blancos, no le benefició.
    • Cuvée des Caudalies. Al contrario de lo que le pasó al Molino Real, este champagne llegó en el momento justo. Cuentan en Enoteca Barolo, cómo les ha llamado la atención que, tras alguna cata de jereces, los asistentes compran champagne. No sabemos si será por su capacidad de limpiar la boca y de refrescar, o por las similitudes entre ambos vinos, lo cierto es que este vino llegó y besó el santo. Un chardonnay, nada menos que del grand cru de Avize, envejecido en solera desde 1996. Para comprar por cajas.
    • Dorado 2000. Sin duda la gran sorpresa del Enoversario. En clara pugna por el tercer puesto, le perjudicaron las seis horas que duró la comida. Eran 18 años muy bien llevados, pero en esta carrera de fondo se quedó sin fuerzas al final. Evolucionó de cítricos a amielados y poco a poco se fue apagando.
    • Amontillado 51-1ª. Tuvimos que deliberar mucho pues la pugna con el Caudalies y con el Dorado fue ardua. Se alzó con el tercer puesto por ser todo lo contrario al anterior, impertérrito al paso del tiempo. Pocos amontillados se encuentran de su vejez y finura.
    • Bota nº 6 – Palo Cortado Bota Punta. Saca de abril de 2007. Qué decir de un vino con una paleta olfativa sin fin. Afilado y punzante. Complejo e intenso. Redondo y poderoso. Rotundo y elegante. Un vino para el que sobran las palabras.
    • Palo Cortado 1978. Casi hubo empate en el primer puesto, pero ganó a los puntos. Difícil de diferenciarlo en su color del amontillado y con una nariz similar a la Bota nº 6. Donde se impuso fue en boca, imagínense flotar como una mariposa y picar como una abeja que diría Muhammad Ali. Imaginense el maravilloso intermezzo de la Cavalleria rusticana en el epílogo de la trilogía de El Padrino. Imagínense la Cabalgata de las valkirias tronando desde los helicópteros de Apocalypse Now. La belleza de una tormenta contemplada desde la seguridad de un ventanal. Un vino que acaricia la perfección.

No podría dar por terminado este reportaje, sin dar las gracias a todo el equipo del restaurante TriCiclo y muy especialmente a su sumiller Luis Baselga, el futuro de la sumillería está en buenas manos con profesionales como él. Solemos acabar dando las gracias a nuestros lectores, que hacen que una web como la Enoarquía cobre sentido y sean la razón de haber aguantado estos cinco años. Sin embargo, permítanme que, por una vez, de las gracias en público a Vero, Joan y Carlos, a vuestro lado la vida sabe mejor. ¡Por la Enoarquía!

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