He superado las Saturnales. He sobrevivido a los fastos del Sol Invicto. He sufrido un nuevo periplo de la tierra alrededor del sol. He llorado. He reído. He bebido, y mucho. Soy uno de esos individuos de letanía antinavideña, pero no de los que fabrica un ademán sensacionalista, de odio aparatoso e irreal, para satisfacer a una audiencia inexistente, no. Soy absolutamente sincero cuando digo que la Navidad me pone enfermo porque exalta mi cinismo, mi sociopatía y mi nihilismo. Me llena el paladar de sarcasmo. Me acetifica.
Ya no sabemos ni lo que se celebra, pero la sociedad perfecciona año tras año su ritual de autodestrucción financiera. Fervor consumista, hipersexualidad crediticia. Todo porque a alguien se le ocurrió, hace mucho tiempo, solapar fiestas paganas. En fin, ya lo dijo Montesquieu: “Podéis cambiar las leyes de un pueblo y atentar contra su libertad, pero no se os ocurra tocar sus diversiones”. Así pues, que no nos toquen las fiestas y, mucho menos, el vino.
Dejo ya de divagar y comienzo con mi pequeña concesión al ansia retrospectiva que satura la conciencia global cada fin y principio de año. He elaborado, atención, señoras y señores, una lista de vinos y, por ello, me asusta mi tremenda “originalidad”
El método
Voy a desvelar el exhaustivo método que he seguido a la hora de confeccionar el listado y su pragmático ordenamiento. Siempre que abro un vino en casa, se une a la mesa un comensal silente e inanimado: un cuaderno de noventa hojas cuadriculadas, sin margen, tamaño A5. En dicho cuaderno escribo una cantidad de gilipolleces más o menos extensa, comentando para mí mismo cada uno de los vinos que mi señora y yo disfrutamos (o no). Cuando un vino me gusta, dibujo una sonrisa junto a su nombre. Si me gusta más, junto a la sonrisa, dibujo una mano haciendo el arquetípico gesto okey (puño cerrado excepto el pulgar, que se coloca hacia arriba, que hay que explicarlo todo) Si me gusta mucho, dibujo dos okeys.
Pues bien, este febril y vehemente método me llevó inicialmente a seleccionar cuarenta y dos vinos -de los muchos consumidos durante dos mil catorce- que conseguí reducir a treinta y seis y, finalmente y tras mucho sufrimiento, transpiración y aireación axilar, a veinte. Me ha costado mucho seleccionar sólo veinte vinos, que lo sepan. He cambiado la lista diez o doce veces y su orden unas treinta veces más. Todos los vinos excepto uno, que fue disfrutado en el transcurso de un Cónclave del Clan Tabernario, son de consumo casero, pausado y muy hedonista. Este es el resultado. Un año y veinte vinos.
La lista
20. Čotar Vitovska 2009. Carso DOC.
De la frontera italo-eslovena. Peculiar vino que no sé si denominar natural, orgánico, o lo que sea. Sin sulfitos añadidos, sin control de temperatura ni adición de levaduras y envejecido en contacto con sus sedimentos. Sin filtrar y mostrando turbidez sin complejos. Huele a hollejos, a albaricoques pasados, a miel y madera vieja. Acidez viva de zona fría con toques “minerales”. Muy sabroso y en perfecta y natural armonía. Aproximadamente 23 euros.
19. Jean-Paul & Benoît Droin Chablis Premier Cru Vaillons 2012.
Limón, pera y piedras húmedas en nariz. Mucha frescura, austeridad, acidez soberbia y ,sí, lo que ahora se denomina “mineralidad” en boca también. Chablis, coño, Chablis. Lo que la chardonnay es y debe ser. Un premier cru accesible y placentero por aproximadamente 22 euros.
18. Amontillado Tío Diego. D.O. Jerez-Xerez-Sherry
Puro jugo de Macharnudo con ocho años bajo velo de flor y otros ocho años de crianza oxidativa. Si buscamos la influencia de la flor en nariz, todavía se aprecia con claridad. Elegante avellana, sutil nuez y algo de caramelo. En boca es largo y sabroso con sorprendente frescura. Excelencia jerezana por diez miserables euros.
17. Artuke Finca de los Locos 2012. D.O.C.A Rioja.
Una amalgama de clasicismo y modernidad riojana en nariz. Ciruelas, especias, ligeros herbáceos, tenue vainilla y un excelente fondo de lo que me gusta llamar el “toque del terruño”. La madera en su sitio, perfecta. En boca es de muy buena textura y frescor. Puro equilibrio en todas sus facetas. 18 euros.
16. Montecastro y Llanahermosa 2008. D.O. Ribera del Duero.
El ribera al que todos aspiran y pocos llegan. Huele a cueros de gran calidad, guindas en licor, humo y turba. Madera domada. Conjunto bastante elegante. Textura fina de terciopelo suave. Buena longitud. Es como un gran señor en un momento de brillante madurez. Ribera del Duero de la buena. 20 euros.
15. Domaine Coursodon Silice 2012. Saint Joseph.
Toques cárnicos típicos de la variedad syrah dan paso a balsámicos y violetas con fondo “mineral”. Total integración de la madera en el conjunto. Elegante estructura aterciopelada. Acidez ajustada al milímetro. Tanino redondo. Resumiendo: Syrah del Ródano norte en pureza. Aproximadamente 25 euros.
14. Oloroso Fenicio. D.O. Jerez-Xerez-Sherry.
Un oloroso excepcionalmente aromático: cacao, tabaco, nuez moscada y ebanistería. Fino y muy elegante en boca. Nada alcohólico. Larguísimo y de extraordinaria calidad. Uno de los olorosos de mejor relación calidad-precio que se pueden encontrar.15 euros.
13. Camille Savés Brut Rosé Grand Cru. Champagne.
Un champagne de los elegantes y casi eróticos. Mucha cereza ácida en nariz, con un toquecito de pan tostado y matices florales. Muy vivaz en boca, con una magnífica acidez eléctrica, cuerpo vinoso, excelente y prolongado final. 38 euros.
12. Domaine Arlaud Gevrey Chambertin 2010.
Tiendo a acercarme a Borgoña con miedo porque suelo salir decepcionado, pero el Grevrey básico de este domaine es uno de esos pinot que te reconcilian con la zona. El aroma no es aroma, sino perfume de cerezas y frambuesas con final a clavo. Muy fino y elegante en boca, con todos sus componentes perfectamente integrados. Tanino redondo y mucha frescura. 45 euros.
11. Ferme de la Sansonnière (Mark Angeli), La Lune 2012. Loira. Vin de France.
Mucho se ha hablado de la irregularidad de las botellas de este vino, pero he tenido suerte y esta ha salido realmente buena; misterios biodinámicos. Necesita tiempo porque se va abriendo con parsimonia, cambiando y mejorando continuamente. Empieza con aromas a levaduras y continúa con melón dulce y manzana. En boca hace gala de esa acidez eléctrica que Clark Smith define como “chupar los polos de una pila de petaca”. Muy interesante. 23 euros.
10. Domaine Vincent Dureuil-Janthial Rully 2010.
Otro “básico” de domaine francés cargado de calidad. Muy cítrico en nariz, con predominio de notas a limón, algún toque floral y cierto carácter “mineral”. En boca, otra vez esa acidez eléctrica y fantástica que hace que el vino casi “cruja” en el paladar. Esta perfecto para beber ya. Entra maravillosamente; las botellas se vacían solas. Ahora queda, ahora ya no queda. 21 euros.
9. Amontillado-Fino El Tresillo. D.O. Jerez-Xerez-Sherry.
Los vinos de Emilio Hidalgo son de una inmensa calidad. Si fueran franceses, sus precios estarían por las nubes. Este amontillado-fino (tipología en desuso) enseña todavía mucha flor en nariz, bien acompañada por matices oxidativos de mucha elegancia. Especias, barniz, mueble viejo y, por supuesto, frutos secos. En boca, de nuevo esa misteriosa frescura que no se espera en vinos de este tipo. Profundo y bastante complejo, se bebe muy, muy bien. 25 euros.
8. Navazos Florpower «Más allá» nº 53 MMX. Vt Viñedos De España.
Flor sutil de pungencia atenuada y elegante. Almendra tierna molida, manzana reineta asada, mazapán, piel de naranja y trazos de tiza característicos de los mejores pagos calizos sanluqueños. En boca, sorprendente acidez viva. Salinidad diferente, especial, más auténtica y natural; tenue regusto a miel de romero. Muy largo. Propuesta audaz, desconcertante y sumamente interesante del Equipo Navazos. 25 euros.
7. Manzanilla Deliciosa en Rama saca de Primavera 2014. D.O. Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda.
Reivindicación del terruño jerezano. Magnífico zumo de Miraflores. Sobre todos los demás aromas, destaca el de la tierra. Huele a albariza pura, dicen, y parece que es cierto. También hay trazas de manzana madura, frutos secos, flores blancas y anís. En boca, otra vez esa misteriosa y sorprendente frescura en vinos de pH alto como este. Mucha longitud y profundidad. La manzanilla de terruño existe. Siete euros.
6. Buena Pinta 2013. D.O. Manchuela.
Los vinos de los Ponce tienen un toque particular, de vigneron, que hace que resulten reconocibles. Aires rústicos en nariz vestidos de elegancia (toma oxímoron). Mucha fruta roja madura, algunos toques florales, tierra húmeda y, con aireación y tiempo, clavo, mucho clavo. Pura frescura en boca. Recorrido ligero, muy agradable y original, con tanino todavía ligeramente secante. Se puede beber a litros, sobre todo porque es una de las mejores relaciones calidad-precio que se pueden encontrar. Amo a los Ponce. 13 euros.
5. Travaglini 2008. D.O.C.G. Gattinara.
De la emergente denominación piamontesa Gattinara, muy cercana a Los Alpes, llega esta sorpresa en forma de excelente y accesible nebbiolo. Cueros, tabaco de pipa y cerezas ácidas en nariz. Sedoso en boca, de cuerpo ligero y con la tensión justa, se hace largo gracias a una proverbial acidez y el tanino afilado característico de la uva nebbiolo en zona fría, que en este caso sólo enseña los dientes al final y con suavidad, para demostrar su trapío. Orgullosa decadencia. Me encanta. 22 euros.
4. Dönnhoff Niederhäuser Hermannshöhle Riesling Auslese 2006. Nahe.
Disfrutado en el XVIII Cónclave del Clan Tabernario dedicado a vendimias tardías. Es el único vino de esta lista que no cumple el “requisito” del consumo casero. Está aquí porque su aroma es absolutamente inolvidable. Empieza con timidez y, de repente, “explota” con el olor de la gasolina que uno esperaría esnifar en los boxes de un equipo puntero de fórmula uno; combustible de primerísima calidad. Después llega la fruta de hueso: melocotón y albaricoque. Aumenta la complejidad con insinuaciones de una exquisita podredumbre noble y, finalmente, surgen el pedernal y la tierra. Una gama aromática primorosa que evoluciona en varios niveles y compone una fragante sinfonía de perfección. El pero está en su evolución en boca, donde queda claro que todavía es un infante. Es armonioso, de dulzor comedido y perfectamente integrado, bien contrastado por una vibrante acidez, pero se queda corto. Es el problema de los vinos que evolucionan a la velocidad de la deriva continental. Recomiendo comprar veinte botellas e ir abriendo una cada año para comprobar su evolución. 80 euros.
3. Produttori del Barbaresco 2009. D.O.C.G. Barbaresco.
Vivo una historia de amor con este vino y con esta añada en particular. Huele a flores, hierbas, cerezas, regaliz y arcilla húmeda. Se mueve como la seda en boca gracias a una finísima textura. Es maravillosamente largo, con la acidez perfecta y los taninos, ay los taninos de la nebbiolo, ¡perfectamente maduros y casi sin filo! Una expresión de nebbiolo piamontesa muy pura y sin la agresividad de los productos del vecino Barolo. Está para beber y disfrutar desde ya, sin larguísimas esperas. 27 euros.
2. Palo Cortado Tradición. D.O. Jerez-Xerez-Sherry.
Responde a la definición arquetípica del palo cortado de elegancia en nariz y corpulencia en boca, pero va mucho más allá. Su preciosista color cobrizo resulta hechizante. La complejidad y calidad de su extensa gama aromática es digna del mejor arte churrigueresco. Hay fruta escarchada, almendra garapiñada, pastelería, ebanistería, curry, mar, cáscara de naranja… es un no parar. Su entrada en boca es engañosamente ligera y de tacto sedoso, pero rápidamente revela su raza y poderío, dejando escapar su concentración y salinidad, todo ello haciendo gala de una redondez encomiable. Me lleva a niveles astrales. Me gusta hasta el extremo sexual. No sigo porque no quiero ser zafio. 60 euros aproximadamente.
1. La Viña Escondida 2010. D.O. Méntrida.
Mi favorito de dos mil catorce es una garnacha de Gredos de la D.O. Méntrida, hijo de una de esas viñas mágicas de suelo granítico que durante largo tiempo estuvieron perdidas y algunos locos admirables se empeñaron en recuperar. Me hace desvariar. “¡Oh raciocinio, has ido a cobijarte entre las bestias y los hombres han perdido la razón!”. Este vino es uno de esos cabrones cambiantes. Cada vez que acercas la nariz a la copa, es diferente, parecido a lo anterior y sin embargo distinto. Ya aburre lo de la “mineralidad” pero, si está ahí, hay que decirlo. Pedernal, más pedernal, ¿granito?… tierra seca… y cambia. Fresón, mora, cereza… y cambia. Flores y más flores, perfumes… y echamos un trago. Suavidad apabullante. Alta costura. Frescura descarada. Enorme longitud. Elegancia, complejidad, mucho estilo. Pedazo de vino. Vuelvo a él con asiduidad porque todavía no está en plenitud total. Cuando alcance su apogeo, estaré ahí para disfrutarlo. 30 euros.
Grandioso, gracias por el esfuerzo en la selección final y por la síntesis en las descripciones.
El método, efectivo sin duda!
Muchas gracias. De lo que realmente me siento orgulloso es de haber escrito «frescor» o «frescura» solo ocho veces y «mineral» nada más que cinco.
Interesante sellección. Precisamente esta navidad me ha regalado una botella de La Viña Escondida. 😉
¿De qué año?
Muy interesante artículo.
Con lo que a mí me gustan los ranking…
Por esa razón, crece la demanda de productos ecológicos y orgánicos, junto con la
de productos locales y regionales.
Excelente artículo! felicidades!. Gran selección. Muy currado.