¿Quién critica a la crítica? De críticos y situaciones críticas

Muchos ven en criticar una clara connotación negativa, en su acepción de censura o vituperio, pero según el DRAE también se define como “juzgar de las cosas, fundándose en los principios de la ciencia o en las reglas del arte”. Aquí no queremos entrar en disquisiciones acerca de su labor, sobre el plegamiento de algunos ante las corrientes mayoritarias, o su negativa contribución a la petulancia con los que algunos distorsionan el mundo del vino, no olvidemos que coloquialmente y según el diccionario, crítico también designa a la “persona que habla culto, con afectación”.

Hoy nos centraremos en cómo diferentes críticos pueden tener opiniones dispares sobre un mismo vino, qué necesita éste para ser uno de los más grandes y cómo uno no deja nunca de sorprenderse, a poco que se aventure en la fascinante cultura del vino, tal como les descubriremos al final del artículo.

Para eliminar cualquier suspicacia hemos elegido un vino de talla mundial y los comentarios vertidos sobre el mismo por algunos de nuestros más admirados catadores, cuyo merecido prestigio sin tacha les precede.

El vino que hemos escogido es el Moscatel Viejísimo Toneles, de bodegas Valdespino, joya enológica del Marco de Jerez. Ante el cual contamos con el escrutinio de Jesús Barquín, Luis Gutiérrez, Andrew Jefford, Richard Mayson y Jancis RobinsonPrimer plano de los catadores (de izq. a dcha.) Jesús Barquín, Luis Gutiérrez, Andrew Jefford, Richard Mayson y Jancis Robinson

Dividiremos el debate entre partidarios y detractores, aunque a estos últimos habría que catalogarlos como «algo menos entusiasmados». Antes de descubrir en qué grupo está cada uno de ellos y de plantear el verdadero interrogante de este artículo, aclarar que Jefford, Mayson y Robinson, se supone que cataron la misma botella, al contrario que Jesús Barquín y Luis Gutiérrez quienes cataron botellas diferentes, al menos para los comentarios aquí reflejados.

La democratización del gusto

La disparidad de criterios, a la hora de valorar organolépticamente un vino, nos ha llevado a preponderar la subjetividad que rodea a toda cata y, por tanto, equiparar todas las valoraciones como igual de válidas. “Debemos distinguir entre la democracia del gusto, interpretada como la afirmación de que toda persona tiene derecho a un juicio, y la doctrina populista de considerar que todas las opiniones son igualmente buenas” (Barry Smith).

Esta democratización del gusto, potenciada por la comunicación 2.0. y extendida por las redes sociales, es la que nos ha llevado a que cualquiera se sienta con capacidad de dar su opinión sobre cualquier tema y, peor aún, que se consideren tan certeras como las de cualquier otro.

Escrito esto, ¿quién otorga la potestad de criticar?, ¿de ser una autoridad en la materia? Es más, ¿cuáles son los principios de la ciencia, o las reglas del arte a los que hacía referencia la definición antes citada del DRAE? Existen titulaciones de mayor o menor prestigio como la concedida por el Institute of Masters of Wine, pero no podríamos obviar que una gran parte de los más prestigiosos catadores, adolecen de esta certificación o de ninguna otra.

En nuestra opinión, habría que distinguir dos tipos de “analistas” del vino. Los capaces de leer y escudriñar en el vino, es decir, aquellos que tras catar un vino son capaces de reconocer, la variedad de uva, el método de elaboración, la zona de producción, el elaborador, etc. Y, por otro lado, aquellos eruditos conocedores de la historia que se esconde detrás de cada etiqueta, las personas que lo elaboran, las raíces familiares, la evolución de la bodega, su contexto tanto histórico, como socio-económico, cultural… O, si lo prefieren los que abogan por las catas a ciegas y los que no.

Catas a ciegas vs catas vistas

Fuera de toda duda, a la mayoría nos parecen más serias y rigurosas las catas a ciegas, donde ni la etiqueta, ni el precio, ni el prestigio de la bodega condicionen la valoración final. Sin embargo, el momento de la evolución de un vino en el que sea catado se debería tener muy en cuenta. Nos referimos a que hay vinos que tras un breve periodo en botella están perfectos para ser consumidos y otros requieren de años, incluso décadas para llegar a su máximo potencial, ¿sería justo valorarlos por igual? Se podría pensar que, el catador experto sabrá juzgar la futura evolución del vino, pero harto difícil nos parece que pueda aventurarse, a no ser que sepa que está, por ejemplo, bebiendo premier crus bordeleses en primeur. De no contar con una información mínima, tan sólo valorará el vino en el momento de la cata y difícilmente de manera positiva.

El papel de la experiencia

¿Es posible que un catador pueda ser experimentado en todas las zonas vitivinícolas?, ¿en todo tipo de elaboraciones?, ¿sobre cualquier variedad de uva?, etc. La respuesta parece obvia, no, sin embargo nos atreveríamos a decir que pocos son los profesionales que no se lancen a juzgar todo lo que se les ponga por delante. De todos modos, no hay que olvidar que cuando hablamos de los principales catadores del mundo, su experiencia adquiere un matiz a tener en cuenta que puede cambiar la respuesta a la pregunta con la que comenzaba este párrafo, ¿saben cuántos vinos llegó a reconocer que cataba Robert Parker? Nada menos que ¡unos 10.000 vinos al año!

Un caso concreto: Moscatel Viejísimo Toneles ¿Un vino mítico?, ¿bueno? ¿o uno de los siropes más caros del mundo?

Andrew Jefford, en la introducción a la cata de vinos generosos publicados en la revista The World of Fine Wine (WFW), y en la que aquí nos basaremos como fuente de este artículo, ya anunciaba la discusión previa sobre la conveniencia de incluir en la misma a los jereces, dado su carácter tan “único y pronunciado”. La paleta gustativa de estos vinos es tan amplia que va desde los vinos más secos a los más dulces.

Si tomamos esta cata como referente, veremos que entre los 38 vinos que se cataron, la puntuación del Toneles le situaría en una hipotética décima posición. Más aún, para el señor Jefford no merecía estar ni entre sus 13 vinos favoritos de la cata. Mientras que para Luis Gutiérrez es un vino que alcanza la perfección ¿Es, por tanto, la cata una mera cuestión de gustos? Quizás deberíamos discernir entre cata analítica y cata sensorial y, como dice la frase, si fuésemos objetos seríamos objetivos, pero como somos sujetos, no nos queda otra que ser subjetivos.

Desde aquí le animamos, apreciado lector, a que haga un alto en el camino y disfrute de este vídeo y la genial interpretación de Peter Lorre y Vicent Price en el papel de dos catadores diametralmente opuestos el uno del otro.

Tras esta pausa, volvamos a centrarnos en la cata de la WFW, Jefford lo considera un vino tan dulce y más parecido a comida, que lo encuentra difícil de disfrutar y tragar, aunque, por otro lado, reconoce que se trata de un vino increíble y majestuoso. Cuando menos parece un comentario un tanto antagónico, ¿no?

Línea similar a la de Mayson, quien lo considera un vino más para mezclar o verter sobre helado, que para beber, una especie de sirope, vamos. Para terminar con un enigmático “delicioso pero…” Lo sitúa con una posición entre el 15 y el 19 de sus favoritos de la cata.

Robinson, quien mejor lo valora de esta terna, coincide con sus compañeros de cata al considerar a este moscatel, más como “un ingrediente culinario” que como un bebida. Aunque nos parece extraño que pese al comentario anterior añada: “sin excesos de nada”. Para ella, este vino está entre sus cuatro vinos favoritos de toda la cata.

El lado español

¿Pero qué opinan del mismo vino grandes catadores de España? Si la puntuación es más “generosa” ¿cabe achacarla a cierto “chauvinismo” más bien desconocido por estos lares? o ¿a una mayor experiencia en este tipo de vinos por parte de dichos catadores?

Jesús Barquín también participó en la citada cata del WFW, pero sus valoraciones no fueron publicadas (desconocemos los motivos, pero le invitamos que las comparta aquí, en la Enoarquía), lo que sí parece es que sus puntuaciones fueron, de media, más altas que las de sus compañeros de cata. Para este artículo nos basaremos en su comentario incluido en el libro “1.001 vinos que hay que probar antes de morir” (Ed. Grijalbo 2008), donde lo considera “uno de los más grandes vinos del mundo, una joya escasísima que impone su clase y su potencia entre todos los catadores de primerísima fila que lo prueban” (sic). Y nos ayuda a entender los motivos por lo que se pueda considerar más un condimento que una bebida, “los vinos dulces y viscosos, con una densidad muy alta y escaso contenido en agua (la mitad o más de su composición es azúcar), no empapan la madera de las botas. Esto hace que, a diferencia de los vinos secos sometidos a crianza oxidativa, la pérdida de etanol por evaporación sea superior a la pérdida de agua por ósmosis a través de las duelas de las vasijas, así que su grado alcohólico va decreciendo paulatinamente a lo largo del tiempo”. Algo que tuvimos el placer de comprobar catando PX solera de 1920, 1910 y 1830 de bodegas Alvear, con un grado alcohólico de tal sólo 12,7º, 13,1º y 11,5º respectivamente y un azúcar superior a los 500 grs.

Moscatel Viejísimo Toneles*, un vino de 100 puntos

Bota de crianza del Moscatel Viejísimo TonelesLuis Gutiérrez, en una de sus primeros trabajos para la publicación de Robert Parker, The Wine Advocate, le concedió junto a otros dos vinos andaluces (Reliquia Bardadillo de Palo Cortado y Don PX Toro Albalá Convento Selección 1946) los 100 puntos. La máxima valoración, únicamente otorgada a los vinos perfectos. Según el sistema de puntuación de Parker, estos serían «vinos extraordinarios de carácter profundo y complejo que muestran todos los atributos esperados en un vino clásico de su variedad. Vinos de este calibre son merecedores del esfuerzo especial por encontrarlos, comprarlos y ser consumidos».

Pero… ¿cómo se describe la perfección?, ¿cómo transcribir en palabras las sensaciones producidas por un vino genial? Luis Gutiérrez lo logra, pero dada la longitud de su descripción, les ofrecemos aquí pinceladas de la misma, en un intento por mostrarles las peculiaridades de un vino perfecto. “La nariz siempre cambiante es una explosión de especias (curry y canela) y maderas nobles […]”. Cita aquí una de las característica que parecen inherentes a todo vino de categoría mundial, la capacidad de cambiar y no dejar de sorprendernos sobre la marcha. Otra de estas cualidades es la de evolucionar con el paso de los minutos. «Después de algo de tiempo en la copa, las notas de naranja tostada de la moscatel regresan para mezclarse con notas especiadas de incienso. Dale más tiempo y huele a alcanfor. Es fascinante olerlo en el transcurso de unas pocas horas, incluso días». Quizás donde encontramos mayor disparidad a la hora de valorar el Moscatel Toneles como uno de los más grandes vinos, sea al buscar el perfecto equilibrio que han de poseer los más grandes. Ni Jefford, ni Mayson parece que dieron con él, no así sin embargo Gutiérrez «el paladar es inmensamente concentrado, con el alcohol perfectamente integrado y el extremo dulzor compensado con una acidez penetrante», para continuar añadiendo: «Es excepcional que un vino tan viejo (podría tener una edad media de unos 80 años) mantenga la frescura y equilibrio, pero cuando esto sucede, el vino es excepcional. Un vino dulce de clase mundial que muestra de lo que es capaz la moscatel al envejecer». Por último, otra de las características que adornan a estos vinos para considerarlo únicos es su largura, tras su paso por boca, para el catador de Parker en España “el postgusto es eterno”.

A modo de colofón, citar el comentario publicado en elmundovino al elegirlo como uno de los mejores vinos del año 2006 bajo estas premisas: “Finalmente, el Toneles es, como el Solera Fundacional PX de Pérez Barquero premiado el año pasado, uno de esos inmensos vinos dulces de solera hechos para la eternidad, que podrían recibir este premio no un año, sino todos los años. En su caso, la combinación de hondura, fruta dulcísima, acidez fresquísima y capas de complejidad aromática agregadas por la larguísima vida de esta solera de Valdespino hacen de él, probablemente, el mejor moscatel tradicional jamás producido en nuestro país”.

Después de todo lo aquí reflejado, ¿significaría esto que sí pueden encontrarse mejores moscateles allende nuestras fronteras? En su día no nos planteamos tal posibilidad, pero el mundo del vino, tal como avanzábamos al comienzo de este artículo, nunca deja de sorprendernos. Pero, antes de desvelarles el “misterio”, vamos con otra pregunta que nos dará una buena pista, ¿cuál creen que fue la región con mejor media de vinos puntuados en la cata mencionada del WFW? ¿Sudáfrica?, ¿Madeira? pues no, ¿quizás Jerez? tampoco, ¿Oporto entonces? qué va, la región con vinos mejor puntuados fue… ¡Australia! con cuatro vinos entre los siete primeros. Así que si pensaban en Setúbal como zona donde encontrar vinos capaces de competir con un Toneles, descártenlo, al menos para parte de la crítica internacional, los mejores moscateles los encontraremos en Australia, más concretamente en Rutherglen.

Poco más cabría añadir, salvo recomendarles, como hacemos siempre desde la Enoarquía, que sean ustedes mismos quienes valoren, ya no este tan singular moscatel, si no cualquier otro vino y se formen sus propias opiniones. Nosotros por nuestra parte intentaremos hacer lo propio dando buena cuenta de alguno de esos moscateles australianos, si tenemos la suerte de dar con ellos.

*[este artículo no hubiese sido posible sin la colaboración y ayuda de Ignacio Ordoñez y, en general, del Dpto. de Comunicación del Grupo Estevez ¡Gracias!]

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